Desde la aparición del COVID-19 y la llegada de los primeros confinamientos de países alrededor del mundo, en febrero del 2020, la situación del transporte marítimo de contenedores ha sido uno de los centros de atención.
Las cancelaciones y reestructuraciones de servicios en los primeros momentos de la pandemia, así como el crecimiento posterior de la demanda de transporte, generaron un seguido de desajustes, el efecto de los cuales se ha extendido en el tiempo, viéndose agravados por sucesos posteriores, como el incidente del Ever Given en el Canal de Suez y la más reciente congestión sufrida por los puertos chinos del Delta del Río de la Perla. Las principales consecuencias de esta situación aún las sufrimos: carencia de espacio y equipo, falta de fiabilidad de los servicios, incremento del tiempo de tránsito, baja aceptación de reservas respecto los volúmenes previstos e incremento sostenido del precio de los nolis, entre otros.
Las últimas noticias apuntan que estas disrupciones se mantendrán aún en los próximos meses, previsiblemente hasta pasado el año nuevo chino del año 2022. Una normalidad que en el contexto marítimo se prevé sustancialmente diferente a la situación que conocíamos previa a la pandemia.